Cómo abasteceremos a la población mundial en el futuro de una manera sostenible.
En las últimas décadas hemos visto cómo el mundo ha avanzado a un ritmo vertiginoso, lleno de novedades tecnológicas, cambios de hábitos, nuevas formas culturales y una auténtica revolución social. Hemos visto cómo los océanos se han cubierto de plástico, cómo medio planeta ha sido deforestado o ha ardido en llamas.
En este escenario en el que la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente se han vuelto una prioridad nos deberíamos plantear qué papel tiene la comida en todo esto, cuál será su evolución.
Según los últimos datos de Naciones Unidas, la población mundial sigue creciendo a un ritmo rápido y en 2050 alcanzará los 9.700 millones de personas casi un 30% más que en la actualidad. Nuestros sistemas deben adaptarse para poder alimentar de una manera eficiente a la creciente población. Entre los 17 objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, ocho están relacionados con la alimentación, sostenibilidad y hábitos de vida saludables.
Debemos ser capaces de crear sistemas alimenticios que con recursos limitados den respuesta a la creciente demanda de alimentos. Es una necesidad que la alimentación del futuro se equilibre sobre los pilares de una alimentación de calidad, sostenible y un equilibrio en su producción y consumo.
La comida, siendo una de nuestras principales necesidades como humanos, está pasando a un segundo plano en materia de prioridades. Si bien es cierto que la ingeniería, la ciencia y las empresas están haciendo una evolución en cómo abordar la alimentación del futuro, es el propio consumidor quien está dejando de lado la importancia que tiene la alimentación y cómo colaborar para sentar las bases de la alimentación del futuro.
La alimentación del futuro depende la mayor parte de las decisiones de los consumidores y existen varios puntos relevantes que como consumidores deberíamos abordar.
En primer lugar nosotros mismos, nuestro propio cuerpo. Como consumidores necesitamos más conciencia y más educación alimentaria. Entender qué comer y cómo comer. Saber entender un alimento, cómo funciona en nuestro cuerpo, qué necesitamos y que no. Poder tener criterio a la hora de decidir la comida en función de qué beneficios tiene, y no por el packaging o su aspecto atractivo.
En la actualidad contamos con todo tipo de información y estudios acerca de la alimentación, es un desperdicio por nuestra parte no aprovechar esa ventaja. Podemos y deberíamos sacar provecho de todo lo que se sabe acerca de cómo influye una buena alimentación. Siguiendo una buena alimentación y hábitos de vida saludables podemos gozar de una buena salud durante muchos más años que nuestros antecesores y ser la mejor versión de nosotros mismos, de nuestro cuerpo. Pues no somos en muchos casos conscientes de que el cuerpo hay que cuidarlo y que es el único que tenemos en el transcurso de nuestra vida.
En segundo lugar las empresas, no somos conscientes de cuánto poder recae en nuestras manos. Son las empresas las que dan respuesta a las demandas del consumidor. Entonces, si nuestra demanda como consumidores es una alimentación que cumpla con ser de calidad, sostenible y con un equilibrio en su producción, las empresas se adaptarán para dar respuesta a esas demandas.
Es algo que está empezando a ocurrir, por ejemplo, en el caso del movimiento #realfooding, que demanda comida real, sin azúcares, conservantes, colorantes, etc. Ha sido tal la relevancia de este colectivo que las grandes marcas han escuchado y han empezado a ofrecer líneas de sus productos más saludables.
También sobre las frutas o verduras que se ofrecen, por ejemplo. Como consumidores nos gusta poder disponer de todo en cualquier momento y que por supuesto esté en las mejores condiciones (aunque esas condiciones sólo sean estéticas). Nos gustan las frutas exóticas, nos gustan las verduras que no son de temporada y las manzanas perfectas y brillantes.
Pero este tipo de demandas o “caprichos” suponen una enorme huella de carbono en transporte de alimentos, la deforestación y perdida de biodiversidad de muchas zonas. Incluso que no sea beneficioso para nuestra salud, como en el caso de los alimentos que se adulteran para que tengan buen aspecto.
Y es por eso que deben hacerse buenas elecciones alimentarias y elegir con criterio qué consumimos. Aprender a comer alimentos de temporada, cultivarlos nosotros mismos, reducir el consumo de carne o hacer consumo local entre otras opciones.
Se debe crear un equilibrio en la comida que consumimos. Acciones que pueden ayudar a este equilibrio, es por ejemplo consumir más cantidad de verduras que de carne ayudando así a que la cantidad de CO2 que producen las ganaderías se vea reducida y sustituida por el oxígeno de las plantas, además del ahorro en agua.
También podemos gestionar nuestros propios alimentos y cultivarlos con la utilización generalizada de huertos urbanos. Ya sea en espacios públicos de las ciudades o como en los propios hogares. Se puede profesionalizar y concebirlo como un modo de vida y no sólo como un hobby de jardinería. Con todo lo que hemos avanzado científicamente y en materia de ingeniería a lo largo de los siglos y que hemos aplicado a la agricultura a gran escala, podemos recuperar algunas de esas innovaciones para aplicarlas a una agricultura a pequeña escala regresando a la alimentación tradicional con una mayor eficiencia y productividad. Los alimentos se recogerían en temporada, evitaríamos la deforestación de escala masiva para zonas de cultivo, ayudaríamos con el consumo de productos locales y reduciríamos la huella de carbono reduciendo el transporte de alimentos.
Si bien es cierto que nosotros tenemos gran parte del poder en cuanto a la dirección que puede tomar la alimentación del futuro, cabe mencionar la parte de responsabilidad que le corresponde a la industria.
La industria debe trabajar mano a mano con los gobiernos para dar respuesta a este problema y trabajar en la eficiencia de los procesos, implantar medidas para producir y transportar de una manera sostenible y mantener al consumidor informado de una manera veraz.
Es una necesidad alimentarse de una manera responsable por tu bien y por el del planeta, debemos encontrar un equilibrio. La comida saludable también puede adaptarse a nuestro ritmo de vida moderno.
El proceso de adaptación es una cadena de la que somos partícipes todos, consumidores, industria y gobiernos. Pero un consumidor concienciado, con conocimiento, crítico y responsable es uno de los principales eslabones de la cadena que decidirá el curso de la alimentación del futuro.
Somos conocedores de los puntos negativos de una mala alimentación, o de no ser sostenibles. Opinamos, nos quejamos pero no actuamos. Ahora que sabemos los problemas, pongámonos en movimiento para ponerles solución.
No es difícil porque tenemos todas las herramientas para conseguirlo, es una cuestión de voluntad. Así participando de forma activa por estos objetivos nos beneficiaremos nosotros y el planeta.
Ahora está en nuestras manos llevarlo a cabo.
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